Muchos de los eventos y las iniciativas políticas son fruto de casualidades que con el tiempo van adquiriendo forma y fundamento racional. La afinidad política de un gobernante con un pensamiento conservador, pero gran amante de la literatura, como Charles de Gaulle, y un intelectual originalmente afín a la izquierda, pero que con los años había marcado distancia con las formaciones que representaban esa orientación, permitió la creación del primer ministerio de cultura en el mundo. Si hacemos caso de la anécdota, la decisión fue fruto de una corazonada o de un cierto capricho del presidente francés, quien le sugirió a su primer ministro: “Le será conveniente conservar a Malraux. Ármele un ministerio, que reúna varios servicios, algo que podría llamar, por ejemplo, ‘Asuntos Culturales’. Malraux realzará el perfil (relief) de su gobierno” (Lebovics, 120). Seis meses después se creó el Ministerio de Asuntos Culturales.